El sueño de una noche de lluvia

Se hacía de noche y empezó a caer una lluvia suave pero constante. Yo miraba por la ventana como se iba empapando la ciudad y la lluvia aumentó su intensidad. El pavimento se tornó chispeante y se llenó de brillos, el cristal de la ventana estaba repleto de gotas inestables que reflejaban luces cambiantes de semáforos y automóviles.
Cuando finalmente oscureció por completo me quedé dormido, aunque no de una manera profunda. Recuerdo como mis ojos no se cerraron del todo y de alguna manera seguían contemplando la escena. Se apoderó de mi un estado de relajación intenso, una especie de trance en el que seguía consciente en mitad del sueño.
En aquel momento mi cuerpo salió hacia el exterior y se fundió con la lluvia. Podía sentir como el agua se entremezclaba conmigo además de con toda la ciudad y sus habitantes, penetraba en cada rincón de sus calles y en todo aquello que mojaba. Mi ser no tenía un tamaño específico ya que era capaz de sentir tanto la enormidad del cielo como la pequeñez de las diminutas gotas que se posaban en las superficies.
Los reflejos me hablaron de nuevos mundos, conceptos como tiempo o temor dejaron de existir, la oscuridad se convirtió en algo reconfortante, familiar y la luz cobró una nueva dimensión.
Desperté a la mañana siguiente junto a la ventana donde la noche anterior me había quedado dormido. Mi ropa estaba seca, el cielo estaba radiante y sin rastro de nubes. Entre las manos tenía medio sujeta mi cámara fotográfica y al revisar las imágenes encontré escenas de aquel sueño.