El Puente y la Luna

El Puente del Petróleo se construyó para que los antiguos petroleros pudieran descargar los barriles de petróleo hacia tierra firme sin que  esos grandes barcos quedaran varados en la costa.

Cuando este puente quedó en desuso y trató de desmantelarse, fue la reivindicación ciudadana lo que permitió que se le diera un uso público.

Paradójicamente una infraestructura asociada a algo que causó numerosos desastres ecológicos se acabó convirtiendo en uno de los hitos urbanos más apreciados por científicos, submarinistas y fotógrafos entre otros, quedando totalmente integrado en el paisaje urbano y en la comunidad.

Los hitos estáticos, ya sean éstos naturales o artificiales, suelen ser elementos que atraen nuestra atención. Quizás inconscientemente tendemos a relacionarlos por contraposición con los fenómenos dinámicos y cambiantes que los rodean como salidas y puestas de astros, el movimiento del mar, las tempestades o cualquier otro suceso meteorológico.

Se establece así una relación entre dos mundos, entre aquello que permanece frente aquello que cambia, entre aquello perecedero y aquello inmortal.

Sin embargo esa percepción no es más que una ilusión creada por el propio ser humano que vive con el anhelo de la trascendencia y la inmortalidad. Todo cambia y todo es perecedero, en realidad lo único inmutable es la mutabilidad.

Mediante varias fotografías del puente, realizadas a distintas horas del día y en diferentes condiciones meteorológicas, se muestra aquí un dialogo entre lo artificial y la naturaleza, entre lo estático y lo dinámico, entre lo aparentemente inmortal y lo efímero, y en definitiva entre el hombre y todos aquellos interrogantes que su espiritualidad le plantea.