Selfieland, allí y entonces

Vivimos en una sociedad repleta de imágenes digitales donde la capacidad de generarlas se ha vuelto incontable e incontrolable a nivel global.
Pero ¿por qué hacemos fotografías?¿con qué finalidad?
Y ¿para quién las hacemos?… ¿Durante cuanto tiempo las usamos?
Por otra parte, ¿Cuánto perduraran esas imágenes?… ¿Somos capaces de gestionar el número de imágenes que realizamos y realizaremos?
Al realizar fotografías de una manera compulsiva, especialmente en los periodos vacacionales, ocio, viajes, etc. se suele tratar de saciar el deseo de mostrar a los demás nuestra satisfacción o supuesta felicidad por estar viviendo una determinada situación en un determinado lugar.
Sin embargo se suele destinar más tiempo a crear esa escena y en tratar de demostrar su veracidad que a vivir el momento y la situación misma. Por lo tanto, la vivencia de aquello con lo que nos fotografiamos queda en un segundo plano y nuestra preocupación principal pasa a ser la interacción y las reacciones que generan nuestras imágenes.
Así pues el “aquí y ahora” se convierte en un “allí y entonces”. La vivencia del momento presente se reduce a segundos y pasa a ser ocupado por una situación pasada que ya no existe más que en nuestra pantalla digital y en las interacciones de las redes sociales.
De algún modo estaríamos reproduciendo la misma actitud que al presumir de un nuevo coche, un gran chalet o un nuevo teléfono. Es decir, de la misma manera que si lo hiciéramos con una posesión material pero mediante un procedimiento digital.
La diferencia principal es que, mientras en alcanzar determinados bienes se puede tardar años, además de conllevar esfuerzo, para mostrarnos en aquel lugar o en aquella situación no hay tanta dificultad, es una acción gratuita y además extremadamente veloz. Se genera así una adicción a un acto efímero con una actitud insaciable, tratando de mantener de forma permanente una vida virtual idealizada.
Sin embargo en ambas situaciones se intenta en vano encontrar la felicidad fuera de nosotros mismos por medio de la aprobación, la admiración o la envidia de los demás. El ego dicta en gran medida la conducta y el momento presente se desvanece.