Diario de un confinamiento

El 14 de marzo de 2020 se declaró en España el estado de alarma debido al número creciente de contagios por Covid-19, algo que obligó a todos los ciudadanos a encerrarse en sus casas durante un largo periodo de tiempo.
Ese confinamiento supuso, además de una ruptura radical de la rutina diaria, una enorme alteración a nivel psicológico y de repente el hogar se convirtió en una especie de cárcel, la aparición de temores por la salud, el empleo o el sustento económico entre muchos otros.
Los ciudadanos tuvieron que reorganizar sus vidas por completo y muchos a compaginar al mismo tiempo el teletrabajo, las tareas del hogar y la educación de sus hijos. De repente empezaron a aflorar hechos y sentimientos totalmente antagónicos, las emociones negativas se alternaban y entremezclaban con otras de positivas a una velocidad vertiginosa.
La actividad económica y la movilidad se paralizaron casi por completo lo que provocó un descenso drástico de la contaminación en las grandes ciudades. Sin embargo el aire limpio, el cielo azul libre de aviones y el mar vacío de barcos no podían gozarse más allá de ventanas, balcones o terrados comunitarios.
Por otra parte se reforzaron los vínculos de muchas familias y muchos padres podían pasar más tiempo con la pareja o sus hijos a los cuáles anteriormente apenas veían entre semana debido al exceso de trabajo. A la vez, se incrementaba la angustia a raíz de la incertidumbre económica generalizada, los expedientes de regulación temporal de empleo, los despidos y el cierre forzado de negocios.
La vida dio un vuelco por completo y de repente empezaron a echarse en falta las cosas sencillas: los abrazos, los abuelos jugando con sus nietos, una cena con los amigos, hechos que dábamos por sentado y que nunca creeríamos ver alterados.
Mediante escenas de su cotidianidad y la de su familia, el autor trata de transmitir con imágenes diferentes impresiones y estados de ánimo surgidos de la situación de confinamiento, muchas veces antagónicos entre ellos.
Quizás en la confrontación de opuestos se hallen algunas respuestas, y la contradicción no sea más que un motor vital de la misma existencia, una nueva oportunidad para evolucionar, mejorar y, en definitiva, renacer.